martes, 17 de noviembre de 2020

Como vivíamos la feria los que rondamos los 50, Chari Siles Gallardo

 


Empezamos el mes de Agosto echando horas extras en el taller de canastos, para tener un dinerillo y poder comprarnos ropa, porque tu madre te compra un “ato” para estrenar el día 7 y ya está, y para tener algo más de las 500 pesetas que te daban para gastar en la feria.

Los primeros días de octubre el autobús iba a Jaén siempre a reventar, porque era el momento de comprar ropa, cosa que ya te hacía muchísima ilusión, porque desde Semana Santa no íbamos estrenando un trapo. Íbamos a Galerías Preciados, Tejidos Gangas, La Meca del pantalón y venias más feliz que una perdiz con poca cosa.

El día 6, la víspera, se trabajaba hasta medio día  y después  con los compañeros del taller te ibas al bar a convidarte, pero sin enredarse mucho, que había que arreglarse para las carrozas, y por supuesto antes de salir había que echar un rato  de tratar con tu madre hasta que hora te iba a dejar, porque en esa época teníamos hora de vuelta a casa, sobre todo las mujeres, los fines de semana era entre las 10 o las 11, dependiendo de lo flexible que fueran los padres, por eso estabas deseando que llegara la feria para trasnochar. Este día era más light, gastabas menos, te recogías antes, porque venía el día grande y era el que más había que aprovechar. 

El día 7. Día grande, te despertabas con los cohetes y la banda de música y te levantabas casi nerviosa de la ilusión de que ibas a estar todo el día en la calle, eso solo se hacía de fiesta en fiesta. No había feria de día, pero todo el mundo salíamos al medio día a comer a los bares y a estrenar el “ato” que te habías comprado, que después se guardaba para ocasiones especiales hasta que el año que viene te comprabas otro que lo relevara. Por la noche a la procesión y después a la feria, a los coches locos, al látigo y a dar vueltas hasta que llegaba la hora de ir a la caseta, donde por aquellos entonces se pagaba para entrar, porque había actuaciones de famosos de la época. Este día era el que más podamos trasnochar.

Después el día 8 y 9 solo se salía por la noche, y más de los mismo, subirse en los cacharros, un vinillo, algún día un pollo asado y por supuesto la tómbola, quien no metía unas cuantas papeletas para ver si le tocaba “la chochona” jajajajaja, yo creo que ese año  me gasté todo el presupuesto de la feria en la tómbola y no me tocó, mala suerte.

El día de después de la feria, ese día era malo, malo, te despertaba el tío del turrón, dando vueltas por las calles con los altavoces en la furgoneta vendiendo lotes de turrón, del duro del blando, de almendras, de frutas…puuuffff, que depresión, se había acabado el salir 4 días seguidos y el trasnochar,  volvíamos a la vida real, a trabajar en los canastos 11 horas diarias y a salir un ratillo el fin de semana. Ya hasta Navidad.

Pero todos lo recordamos como años muy felices, por muchas cosas, porque la adolescencia y la juventud es una edad maravillosa, donde todo se vive con mucha intensidad, y en aquella época estabas deseando que llegara una feria porque era un extra, por todo lo que he dicho, no todos los días se compraba ropa, no se salía, no se trasnochaba. Cuando las cosas te las dan con cuentagotas las aprecias más.

CONTENTA Y ORGULLOSA DE HABER VIVIDO MI JUVENTUD EN ESOS AÑOS, PIENSO QUE SOMOS LA GENERACION QUE MEJOR NOS HEMOS CRIADO CON DIFERENCIA.

No hemos pasado necesidad económica, pero nos han enseñado a apreciar y valorar.



Chari Siles Gallardo.



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