miércoles, 15 de abril de 2015

Semblanza de un pueblo, Los Villares, Ricardo Aranda.

Les voy a narrar, según mi criterio, las peculiaridades de este pueblo, que debido a los años que llevo visitándolo, creo conocer un poco.
Lo primero que hay que resaltar, es su orografía, que es muy quebrada y eso le da una belleza singular, cualidad que es muy apreciada por los que no somos de aquí, y nos extasiamos cuando nos ubicamos en una de sus cumbres y contemplamos el panorama de ese pueblecito entre montañas que te da la sensación de estar contemplando la estampa de un belén navideño.
En segundo lugar, la savia, que sin ella el mundo se acabaría, y me refiero al agua que en sus entrañas posee; brotando de sus varios manantiales, pero en especial el de Río Frío. Todo un lujo aunque los nativos no le den la importancia que tiene, para mí, ¡mucha!
También tengo que resaltar la condición humanitaria que posee en sus habitantes, de acogimiento y sinceridad (por lo menos, yo no puedo decir lo contrario). Las personas que yo trato me lo demuestran con su comportamiento.
Y, por ultimo, para no extenderme más, porque hay muchas cosas para resaltar, pero sí quiero aquí citar que los meses que más me gusta estar aquí son abril y mayo; y es porque en sus campos, es todo un lijo ver sus aguas cantarinas deslizarse por los arroyuelos, y coger esos frondosos espárragos hasta completar un manojo, que en vez de ser manojo es un haz que da gusto contemplar. Oír al cuco cantar, el inhalar el perfume del tomillo y el romero en esas montañas cargadas de exuberante vegetación. Aunque ha mermado mucho por los insecticidas vertidos en sus campos para curar esos miles de olivos que pueblan sus montañas, que también contribuyen a embellecer sus campos.
Y no quiero cansaros más, me despido de todos los vecinos de esta villa con un abrazo, deseándoles unas felices fiestas para todos.
Hasta la próxima.

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