Hombre rudo cual terrón del campo.
Corazón sensible a la poesía
Que escribes a tu pueblo y a sus gentes,
Al amor, a Dios y a la alegría.
Hoy al pasar el tiempo, reconozco
El sagrado trabajo del maestro
Para enseñar a indómitos chicuelos
Sin recibir aprecio en el momento.
Lo poco que sé, tú me lo enseñaste
Con mano férrea y energía
Y hoy veo al viejo de cabeza blanca
Y mi alma se llena de alegría.
Fuiste mi maestro varios años,
Y aunque al zurrarme, poco aprecio te tenía,
Hoy al ser mayor te doy las gracias
Por la enseñanza que me diste aquellos días.
Si al escribir estas letras me equivoco
Te ruego maestro me perdones
Y poniéndote otra vez tus viejas gafas,
Me corrijas de nuevo mis errores.
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