A un hombre con el gesto de gruñón,
Por detrás de su aspecto se le ve el corazón.
En sus ojos se refleja una vida muy amarga,
Por no tener, no tenía ni un padre que le amara.
Pasando mil fatigas, siendo niño trabajaba.
Trabajaba noche y día, en cortijos y con ama,
Con cerdos, y en el hombro una azada.
Fue pasando el tiempo siendo padre se encontraba,
A sus hijos muy queridos con su esfuerzo enseñaba.
Volaron solos del nido, pues ya tenían alas.
En abuelo convertido, tan gruñón, que se derrite con nada.
Pues dio la vida por sus hijos,
Y ahora por sus nietos vuelve a las andadas.
A ti padre querido, a ti abuelo del alma.
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