miércoles, 6 de mayo de 2015

Añoranza, Anónimo.

Que todo tiempo pasado
fue mejor, dice un refrán,
aunque no sea al cien por cien,
tiene mucho de verdad.
Dejando algún caso aislado
que es mejor olvidar
hay recuerdos de antaño
que yo suelo añorar.
El respeto a los mayores
que con ética ejemplar
libre de toda impureza
nos solía inculcar.
A no marginar jamás
a los que ya eran viejos
si no servían para el trabajo
sí, para darnos consejos.
De sus muchas experiencias
de las que eran consultados
los jóvenes de aquellos años
salíamos beneficiados
y ellos vivían su vejez
sin sentirse marginados.
El bien hacer de los hombres
y las mujeres de aquel tiempo
me viene a la memoria
como a través de un limpio espejo.
Maestros como Don Angel,
Don Agustín o Don Nicolás
con más celo que saber
eran todo vocación
a la hora de enseñar.
Sobresalían entre otros
al dar un sano consejo
Ildefonso, Juan José,
Emilio el panadero,
Pedro Díaz el confitero
y Cándido el carpintero
aunque para mí el mejor
mi abuelo Antonio el manchego
a paciente y bondadoso
para Enrique Gallardo
por la enorme cantidad
de cuentos que nos contaba
de chiquillos rodeado
bien desgranando habichuelas
y del maíz deshojando
o sentados en su puerta
al fresquito atardecer
de cualquier día de verano.
De las Fiestas Patronales
a la Virgen del Rosario
¿Qué podría yo decir de lo mucho recordado?
aquellos Solemnes Cultos
de amor y de devoción
que a Nuestra Excelsa Patrona
le rendía la población.
Gigantes y cabezudos
con música acompañados
tocando sus pasacalles
y el gritar de los chiquillos
de mi pueblo, Los Villares.

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