El día veinte de agosto,
del año noventa y dos,
en el Gran salón Azul,
hubo una singular reunión.
Con alegría manifiesta,
el señor don Fausto Liébanas,
insigne Alcalde de nuestra tierra,
después de ofrecerle a los invitados
suculento y abundante menú,
aparece una graciosa, amada y buena [señorita,
que se llama... ¡MARI LUZ!
que unida a su compañera Ana Rosa [Sánchez,
¡A los ciegos... presta LUZ!
Con júbilo delirante,
nuestro honrado y noble Alcalde,
reparte trofeos, sin cesar,
y la alegría de los reunidos,
¡Con nada... se puede igualar!
Los aplausos son incesantes.
Cada uno, recibe su trofeo,
no se puede contener la alegría,
y ¡se produce, un gracioso... bailoteo!
Después de toda esta fiesta,
se recuerda la poesía,
y alguien, se ofrece a recitar,
¡de los mayores... sus días!
Todos quedan complacidos
y la alegría es general
y se marchan muy contentos,
¡a sus casas... a descansar!
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